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domingo, 3 de abril de 2016

Abril2016/Miscelánea. LA LEYENDA DEL MOLINO DE LAS PISADAS

LA LEYENDA DEL MOLINO DE LAS PISADAS
(La huella del maligno)
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Hace ya muchos, muchísimos años, que vivía en este lugar un molinero con su mujer y sus tres hijos, todos ellos varones. El trabajo se lo repartían entre el molino, la tejería, el ganado, el cultivo de las parcelas del campo y un cerrao para la verdura. La mujer del molinero hacía las faenas de la casa, aviaba a los animales del corral y echaba una mano en aquellos quehaceres en los que disponía su marido. La vida les sonreía y la prosperidad de la casa iba en aumento. Tenían en abundancia leche, lana, carne y pan, amén de los frutos del campo y de la huerta.
Sin embargo, un buen día comenzaron a notar que los animales no daban leche y que los cultivos del campo y, también del huerto, se secaban, morían sin dar fruto por culpa de un polvo amarillento que los cubría. Al tiempo, sentían un fuerte olor semejante al azufre  que impregnaba todo el ambiente en torno al molino, la tejería y las tierras circundantes. Preocupado por estos sucesos extraños, el molinero se preguntaba cuál sería la causa de los males que de repente les venían.
Por esta razón,  el padre reunió a toda la familia en torno al hogar y les dijo. Algo malo está sucediendo en nuestro entorno y no sabemos que puede ser. Será preciso que vaya al pueblo a consultar con el señor cura para ver si él, con su buen saber y entender, puede darme alguna solución para nuestros males, pues los males que nos aquejan, bien pudieran proceder del Maligno. Todos comprendieron que lo que decía el padre era una cosa razonable y todos asintieron. De esta manera el padre marchó al día siguiente, de buena mañana, hasta la próxima localidad de Frías de Albarracín a tratar el asunto con el cura del lugar.
De vuelta a casa, de nuevo, el padre reunió a toda la familia y les expuso lo que le había indicado el señor cura del lugar. Efectivamente, se trataba de un diablo que toma esta ruta camino de las minas de azufre de Libros. A su paso, deja tan pestilente olor, por ser ésta consustancial a su naturaleza y devasta, los ganados y las despensas que quedan sin protección de los muros de la casa y del Santo Crucifijo. Por tanto, el buen párroco me ha recomendado, que todo aquello que tenga algún valor deberá ser protegido colocando sobre el objeto o, delante del objeto, un crucifijo bendecido. Para capturar al diablo deberemos, primero, saber cuál es su camino. A tal efecto, realizaremos una gran molinada con la mitad del grano que tenemos almacenado, luego, deberemos extender la harina en una franja longitudinal en la misma dirección en la que baja el río. Por la mañana deberemos levantarnos al alba, antes de que ningún animal haya hollado con sus patas la harina y así descubrir la trayectoria del diablo conforme deje sus pisadas marcadas en el polvo blanco.
Cuando por las pisadas sepamos su trayectoria, dice el señor cura, deberemos prepararle una celada. Tal trampa consistirá en un agujero redondo y profundo escavado en el suelo y cubierto con musgo y, sobre él musgo, harina. Al caer el diablo en el agujero, un zeprén que me ha confeccionado el herrero de Frías, que a su vez va unido a una gran piedra de molinar cerrará, sellando, la boca del pozo. Para que el diablo no pueda escapar, deberemos estar al acecho y una vez que veamos moverse la piedra y enclavijarse en el brocal, colocar sobre ella un Crucifijo. De esta forma, el diablo ya no podrá escapar jamás.
Todo se preparó conforme el molinero había relatado a su mujer e hijos. No tardó el diablo en pasar de nuevo por el molino pero, esta vez, cayó en la trampa. Desde entonces el diablo permanece prisionero bajo el crucifijo y bajo la gran piedra de moler que lo aprisiona y le impide salir. Las gentes del lugar creyeron lo que les contaba el molinero porque esa noche el diablo dejó  sus pisadas marcadas sobre la harina. No cabía ninguna duda, era un diablo de cinco garras y, cada garra, tenía tres dedos. Sus huellas han permanecido hasta hoy día confundidas por los expertos con ignitas, en el entorno del molino, a pesar de que éste se encuentra desde hace mucho tiempo en ruinas.
Los diablos dejaron de pasar por Frías de Albarracín a mediados del siglo XX, cuando las minas de azufre de Libros cerraron definitivamente. Sin embargo ahora, el temor vuelve a sacudir la comarca pues, un caminante, que desconocía la razón del Crucifijo lo retiró dejando al diablo en libertad. Algunos lugareños dicen haberlo visto rondar por el Cañón de los Arcos, en actitud desesperada.
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