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viernes, 22 de abril de 2016

Abril2016/Miscelánea. LA BALSA DE LAS RANAS (LA RANITA-HOMBRE QUE QUISO SER ROJA.)

LA RANITA QUE QUISO SER ROJA
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Hay quien piensa que es lo ideal. Que no hay como vivir alejado de los problemas. Reducir tu existencia a la relatividad, manifiesta, que imponen los límites de la charca. Dejarte llevar por las pautas del ciclo anual con sus variantes y variadas estaciones, sus lluvias, sus vientos, sus noches claras y, ocasionalmente, ver romperse el cielo en mil pedazos a la par que estalla una magnífica sinfonía de truenos y relámpagos.  Aunque más allá de la estanca esté el mundo de las ranas-hombres con sus problemas y complicaciones. Definitivamente ser rana a secas es una ventaja. Ahora es primavera y toca aparearse. No es cuestión de elegir, simplemente, es una inclinación natural.
Por el contrario ser rana-hombre es muchísimo más complicado, desde luego. Pues según las Edades / los siglos y según los ciclos económicos o los regímenes políticos mucho más todavía. La rana-hombre o la rana-mujer deben crearse un prestigio… un currículo con el que presentarse ante los demás, ante el grupo hegemónico.
Veréis lo que le pasó a una rana-hombre durante el franquismo. Había una vez una ranita que vivía tan ricamente en su charca. Daba clases en el instituto y en los colegios privados que le llamaban. Escribía y obtenía algún beneficio de sus libros. Con todo ello creó una familia y nació en él el deseo de progresar. Para progresar debería entrar en el grupo de los elegidos. Pero de momento no tenía currículo. El currículo crecía conforme te oponías al régimen dictatorial imperante. Ser antifranquista era lo más. Para demostrar que se era y poder ponerlo en tu expediente deberías ser encarcelado o al menos detenido.
No había manera, la policía franquista estaba en Babia. Pues, ¿no había despotricado a diestro y siniestro contra todos los poderes fácticos? A ver entonces, por qué no lo detenían de una (puñetera) vez.  En fin, harto de tanta apatía y falta de profesionalidad, la ranita ideo una estrategia que forzosamente debería darle resultado.
Así pues, una buena mañana preparó el coche y lo cargó con propaganda comunista. La distribuyó entre los asientos del coche de forma que se pudiera encontrar con facilidad. Luego él mismo llamó a la comisaría de policía denunciando la salida inmediata de la ciudad de un coche  subversivo. Bueno, a partir de entonces todo fue coser y cantar. Tras la detención se le abrió expediente en el que se manifestaba claramente que, el susodicho, era DESAFECTO al régimen.
Por fin tenía en sus manos el codiciado papel. Con él, incorporado a su expediente, se le abrieron todas las puertas. Ya era, a efectos legales una ranita roja. Pronto le ofrecieron una plaza en la Universidad creada a propósito para él. Creció su prestigio. Crecieron exponencialmente sus publicaciones. Sus conferencias eran anunciadas a bombo y platillo, pues un aura de intelectualidad jamás vista le rodeaba. A partir de entonces sus palabras eran tomadas como si las de un oráculo de la verdad, se tratara. Nadie podía cuestionar su manera de ser e interpretar la realidad que le rodeaba.
Por fin se había incorporado al grupo de esos pocos elegidos que llevarían al país hacia una felicidad, hasta ahora, nunca vista.
Ya era una ranita-hombre (roja) feliz. Y para ello sólo había sido necesaria una pequeña mentira que a nadie había hecho daño. ¡Pobres ranas de la charca!, pensó para sus adentros, que infelices deben ser, toda la vida viviendo en los estrechos límites de la charca. Sin embargo yo… con apenas una pequeña mentira, soy feliz, progreso y además soy admirado y aplaudido por todos.
Pero, entonces, se produjo en la charca un potente y estruendoso croar que alteró la tranquilidad de todas las ranitas (a secas) que allí vivían. Esa rana que con tanto brío se dejaba oír parecía decir: ¡mentira! croac, croac, ¡mentira! croac, croac, croac, ¡mentira! croac, croac, croac, croac, croac, ¡mentira!… y el sonido se hizo tan ensordecedor que finalmente  volvió loco a la ranita-hombre-roja.
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