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sábado, 24 de octubre de 2015

Octubre2015/Miscelánea. OTOÑO EN EL JILOCA (MONREAL DELCAMPO)

EL “MISICAS” PINTA EL JILOCA
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Para finales de octubre llegaban todo los años, sin excepción, los colores del otoño y pintaban de amarillo las choperas de los valles turolenses. Solamente había un lugar en todo el hemisferio norte donde se pasaba directamente de tener los árboles con el fuerte verdor estival a quedarse, de la noche a la mañana, desnudos y sin ninguna hoja. Nadie sabía la razón, pero lo cierto era que, entre Monreal del Campo y Fuentes Claras, esto que apenar acierto a contar, sucedía año tras año ante el asombro de todos los nativos del valle y, también, de los forasteros que hasta aquí acudían a ver este extraño y misterioso fenómeno.
Como todos los años, para el otoño, Dios repartía entre sus ángeles celestiales botes de pintura y pinceles. Les ordenaba que pintaran todas las plantas de los valles de los ríos para que los hombres, los animales y los insectos, conocieran el cambio de estación y la llegada del invierno. Al inicio de este periodo en que los árboles ya estaban desnudos y las gentes y los animales  llenos de frío, era en el que nacía su hijo en la tierra.
Había en Fuentes Claras un diablillo capaz de volver loco al mismísimo Lucifer. Los demás demonios le llamaban “misicas” porque, contrario a toda la razón diapleril que rige en los infiernos, le gustaba asistir a la encarnación de Jesús en la sagrada forma durante la ceremonia de la Santa Misa. Este diablo, que en la tierra tenía por nombre Alejandro, era además el causante de hurtar, con mucha maña, los botes de pintura a los ángeles encargados de pintar el otoño en esta zona del Jiloca (entre Monreal y Fuentes Calaras).
Enterado el Creador, al que nada se le oculta, de las andanzas y pillerías de este diapleron trató de poner remedio al suceso. Quiso Dios, pues, que todo el Jiloca desde sus Ojos hasta su desembocadura tuviera una misma apariencia conforme al plan trazado desde su creación.
 Un día que marchaba Alejandro (diaplerón de diaplerons) en bicicleta desde Fuentes Claras a Caminreal echando soflamas de humo por las narices, pero a la vez, tranquilo y sosegado. Se le apareció el Señor de repente montado en una nube: ¡Escúchame Alejandro!, a quién todos conocen  en el infierno  como el “misicas”... ¡Escúchame atentamente! pues estoy cansado de tus pillerías. No me parece bien que prives de los bellísimos colores del otoño a los habitantes de esta parte del valle. ¡Esto no puede seguir así…! De ahora en adelante entrarás a formar parte, junto a mis ángeles, serafines y querubines, del equipo celestial de pintura. ¿Pero Señor… se atrevió a murmurar “misicas”? Si, yo…, dijo tembloroso… no se pintar. Además (dijo tomando fuerza) no me veo entre esos mojigatos, blanquinosos y alicortos angelotes tuyos dando brochazos por aquí y por allá.
No se hable más del asunto, dijo el todopoderoso, ya te he matriculado en la Facultad de Bellas Artes de Teruel. El programa para ti, este año, será especial. Pasaras todo el curso dándole a la brocha y a la llegada del próximo otoño quiero ver un informe completo sobre esta parte del río Jiloca.
Alejandro, el “misicas”, a pesar de ser diablo no pudo oponerse a un mandato divino. Para el año siguiente, 2015 de la era cristiana, remitió al todopoderoso un informe con las fotografías que aquí le acompañan. Dios quedó encantado y lo felicito muy sinceramente. Lucifer, mientras tanto, bufaba por las cuatro esquinas del Jiloca.
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