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lunes, 22 de septiembre de 2014

Septiembre2014/Miscelánea. EL OTOÑO DEL BOSQUE OSCURO .

EQUINOCCIO DE OTOÑO
El otoño comienza oficialmente el día, 23 de septiembre del año 2014, a la 04 horas y 29 minutos.
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EL BOSQUE OSCURO
Dejó de creer en Dios y en el hombre. Le decepcionaba la omnipotencia de uno y la constante  torpeza del otro. Estaba convencido de que los humanos anidaban desde siempre en este nicho de  miseria infinita, por culpa de su empecinada pulsión a repetir erróneamente conductas arcaicas, obsoletas… pero, sobre todo, por desconfiar de la ciencia y fiar al destino la solución de sus problemas. Ellos habían acabado con casi todas las especies que un día dieron equilibrio a una naturaleza prodigiosa. Por ello, aquella primera mañana de otoño salió de su casa dispuesto a sentir con los primeros rayos de sol el pálpito, bajo sus pies, de una naturaleza que en pequeños espacios aún permanecía virgen. Tomó el camino que atraviesa la frondosa vega y se envolvió en el aroma del pipirigallo y el panizo. Recorrió los márgenes secos donde medraba el espliego, la gabarda, la zarza y la ginestra. Atravesó los campos de rastrojeras que junto a las vides verdes y frescas absorbían la luz de los rayos matutinos. Avanzó hasta los aspros pinares donde habita el corzo y el ciervo. Desde la colina sus ojos reposaron sobre enormes encinares vírgenes. Bebió agua de las fuentes y se alojó en cuevas y parideras durante las noches. A veces, sentía el aullido de los lobos sin que ello le causara temor. Poco a poco su piel se fue endureciendo, haciéndose costra y escudo contra el dolor y el frío. Sus ojos se alargaron como la espiga y como el pez en un rostro reconvertido en dos mandíbulas prominentes que se adelantaban más allá de sus manos, ahora garras que aprisionaban los guijarros del campo con extraordinaria naturalidad y soltura. Su marcha se había vuelto onduleante como la de un cauce de alta montaña y le había crecido una cola larga y fina que le ayudaba en aquel movimiento ágil y sibilino. Sorteaba los riscos, se colaba por las rendrijas y trepaba por las paredes verticales de los desfiladeros con absoluta maña. Había alcanzado la potestad del reptil, pero todavía conservaba el instinto predador del hombre. Con su lengua bífida cazaba todo tipo de insectos y aunque su sabor, al principio le fuera desagradable, poco a poco se fue acostumbrando.
Culminada la metamorfosis subió al pico más alto, a la más alta atalaya de la cordillera, desde la que se divisaban lomas pobladas de pino y carrasca y planicies moteadas de vides y cereal. Desde allí, desde lo alto, quiso emitir desde su garganta el grito de rebeldía que había ido cultivando y atesorando durante años y años de  superdepredador. Quiso devolver la ira contenida, saldar las cuentas, manifestar el reproche a la acción destructora del hombre. Mas de su garganta apenas salió un leve silbido estrujado entre sus mandíbulas y su lengua.
Giró entonces su cuerpo en dirección al poniente, apartó la mirada de aquel paisaje que tan cotidiano le era y con un movimiento firme y seguro inició el camino que le llevaría a perderse en el bosque oscuro del que no saldría jamás.
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