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martes, 10 de junio de 2014

Junio2014/Miscelánea. NUEVAS E INÉDITAS AVENTURAS DEL HIJO DEL CARBONERO, ALIAS SIMPLÓN.

NUEVAS E INÉDITAS AVENTURAS DEL HIJO DEL CARBONERO
(ALIAS SIMPLÓN)
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A raíz de la visita que el padre de Simplón hizo al maestro, nació una amistas pasajera que se fue afirmando conforme pasaban los días e iban menudeando los regalos que el bueno del carbonero hacia al maestro. Sabedor el hombre, de las penurias que pasaban los maestros en aquella época y que éstas eran acrecentadas, en la pequeña ciudad provinciana, por el severo frío de aquellos largos inviernos. Procuraba el carbonero, con el fin de predisponer al maestro a favor del hijo, mandar a Simplón de vez en cuando con un carretillo lleno de carbón y leña. 
Verdaderamente el maestro agradecía los regalos, regalos que aprovechaba para quitarse ese frío que había penetrado en sus huesos mientras enseñaba por tierras del Maestranazgo. Saludaba, el maestro a Simplón, cuando le llevaba el cargamento calorífico a la vez que le pasaba afectuosamente la  mano por la oronda cabeza, mientras exclamaba: ¡Gracias Simplón, gracias!
No dejaba de pensar en las proporciones de la “almendra” que gastaba el zagal y de hacer alguna que otra broma  sobre su monumental cabeza delante de su mujer: “Tan gorda como hueca”, solía comentar, mientras la mujer le advertía que tuviese cuidado, pues si un día  esos mismos comentarios los hacía delante del padre, éste se podía molestar. Aseguraba el maestro que había alcanzado con el padre una sólida amistad, y que ésta, era inquebrantable.
Pasó varios inviernos el maestro y su mujer, tan ricamente, gracias a los regalos carboníferos que les suministraba su amigo. Simplón era torpe, pero el maestro todo se lo perdonaba al advertir que su vida, gracias precisamente a su corta inteligencia, era más llevadera y su reúma iba mejorando poco a poco.
Había pasado el inverno y llegó el mes de junio. Aquel año, a Simplón, le tocó realizar la Primera Comunión. Al niño le compraron un traje muy mono de capitán de la marina. El traje le venía como un guante pero, al enfundarlo en él, destacaba con singular relieve el enorme cabezón. En la tienda le recomendaron que no le comprara gorra, pues la venta de textiles iba muy bien ese año y no querían apurar el tejido almacenado.
Tras la ceremonia se realizó un banquete en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Banquete al que, por supuesto, estaban invitados el maestro y su esposa. Ya a los postres, se realizó la entrega de regalos. El maestro, agradecido por todos aquellos años pasados, le regaló una pluma estilográfica marca Parquer, para la que no escatimó en el precio. Como este acto era, también, la despedida de Simplón como alumno, el maestro por un lapsus mental o por un hartazgo acumulado durante años con el alumno le espetó: ¡Anda que no nos ha costado meterte el catecismo en esa hermosa cabezota que tienes!
Oído el comentario por el padre, montó en cólera contra el maestro y lo trato de miserable, pobretón y mentecato. Visto lo cual, aquí se acabó la amistad con el carbonero. La mujer del maestro le dijo a su marido: "QUIEN DICE LA VERDAD, PIERDE LA AMISTAD."
Así quedaron las cosas hasta que el carbonero, convencido de la inutilidad del zagal para el estudio, lo metió a pastor. El buen hombre le compró al zagal un atajo de ganado y una máquina de hacer fotografías para que aprendiera a reconocerlas. Fruto de esta nueva experiencia vital en la vida de Simplón nació su afición y amor a sus congéneres los borregos.
En próximos capítulos veremos las vertiginosas aventuras y las simpáticas andanzas de Simplón en el mundo del pastoreo y la trashumancia.
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