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viernes, 25 de octubre de 2013

Octubre2013/Miscelánea. CUATRO GATOS GUARDAN, UN QUESO DE TRONCHÓN.

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CITA DEL QUESO DE TRONCHÓN EN EL  QUIJOTE
-Calle, señor bueno -replicó el cartero-, que no hubo encanto alguno ni mudanza de rostro ninguna: tan lacayo Tosilos entré en la estacada como Tosilos lacayo salí della. Yo pensé casarme sin pelear, por haberme parecido bien la moza, pero sucedióme al revés mi pensamiento, pues, así como vuestra merced se partió de nuestro castillo, el duque mi señor me hizo dar cien palos por haber contravenido a las ordenanzas que me tenía dadas antes de entrar en la batalla, y todo ha parado en que la muchacha es ya monja, y doña Rodríguez se ha vuelto a Castilla, y yo voy ahora a Barcelona, a llevar un pliego de cartas al virrey, que le envía mi amo. Si vuestra merced quiere un traguito, aunque caliente, puro, aquí llevo una calabaza llena de lo caro, con no sé cuántas rajitas de queso de Tronchón, que servirán de llamativo y despertador de la sed, si acaso está durmiendo. CAPÍTULO LXVI (Segunda parte, 1615) Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer.
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CIRCUNSTANCIAS PREVIAS AL SUCESO
Situación política de España en el año 1615. En el año 1605 se publica la primera parte de El Quijote. En 1615 sale a la luz la segunda parte, que es en la que aparece citado el Queso de Tronchón. Reina en España Felipe III. Es valido del rey de España el duque de Villahermosa que tiene un palacio, también, en Pedrola (Zaragoza). Para estas fechas, Jerónimo de Pasamonte (al parecer natural de Ibdes, Zaragoza) está publicando un falso Quijote con el seudónimo de Abellaneda. Hay tensión entre Pasamonte y Cervantes, ya se constata en la primera parte de El Quijote. Lo que sucedió entre Pasamonte y Cervantes fue una historia de envidias personales. Cervantes, más precavido que el de Ibdes, antes de marchar a la guerra (los dos estuvieron en la batalla de Lepanto) fue a visitar al duque de Villahermosa pidiéndole cartas de presentación. Esas cartas le fueron muy útiles a Cervantes cuando cayó prisionero de los otomanos al estar firmadas por el valido del rey de España, nada menos. Razón por la cual, Cervantes fue rescatado por los Mercedarios y Pasamonte tuvo que pasar todo su cautiverio a su suerte. Surgen los celos en Pasamonte al considerar el trato diferente entre uno y otros y por ello escribe El Quijote apócrifo. Cervantes reacciona haciendo pasar a su Quijote por lugares diferentes al del falso Quijote de Avellaneda-Pasamonte. Los Mercedarios tenían cuatro votos: pobreza, obediencia, castidad y la obligación de redimir cautivos
CIRCUNSTANCIAS DEL SUCESO
Para conocer mejor los entresijos de por qué el queso de Tronchón aparece en el Quijote hay que tener en cuenta  algunas circunstancias de la vida de Miguel de Cervantes. En primer lugar, hay un artículo en la revista Aragón del SIPA que señala que Cervantes acudió al palacio de los duques de Villahermosa, en Pedrola, para pedirle “cartas” antes de enrolarse en el ejército y precisamente, antes, de la famosa batalla de Lepanto. También hay que leer los apuntes de Juan Antonio Pellicer (encinacorbero), en su edición del Quijote comentada. Por estos “comentarios” sabemos, entre otras cosas, la ruta que hizo don Quijote desde la Mancha de Aragón hasta el valle del Ebro. En tercer lugar hay que conocer las “tensiones” entre Jerónimo de Pasamonte (Avellaneda) y Miguel de Cervantes y las razones por las que el Quijote no entró en Zaragoza y marchó a Barcelona. También hay que señalar que el duque de Villahermosa (el primero) era hermanastro de Fernando II (el Católico) y en la época que nos ocupa, valido del rey de España.
Sabemos, pues, que Cervantes tenía cierta amistad con el duque de Villahermosa y que en su palacio de Pedrola y en la Ínsula Barataria (Alcalá de Ebro) acaecieron un buen número de capítulos de la segunda parte del Quijote. Que estaba seriamente enemistado con Jerónimo Pasamonte, razón por la cual el Quijote no entró en Zaragoza y marchó a Barcelona. Es a la vuelta de la ciudad condal cuando se encuentra con Tosilos, un lacayo del duque, que le hace recordar el suceso vergonzoso de éste en  la treta preparada por el duque: …“tan lacayo Tosilos entré en la estacada como Tosilos lacayo salí della”.
Es, pues, un lacayo del duque de Villahermosa quien ofrece el queso a don Quijote de la Mancha, y no porque este queso fuera famoso en toda España (esto es mucho decir en aquellos tiempos) si no porque el duque, a buen seguro, lo consumía como consumía otros productos del valle del Ebro. También se apunta que, Cervantes, conoció el queso en Madrid en el palacio del duque. Sea como fuere, en Madrid o en Pedrola, el queso saltó a la fama por la consideración de esta novela como obra universal.
Pellicer nos descubrió el lugar de la Ínsula Barataria.  Jerónimo de Pasamonte (Avellaneda) con su Quijote apócrifo creó las circunstancias y la ocasión del encuentro entre don Quijote y el lacayo Tosilos. El duque de Villahermosa, cuyo ducado es el heredero de la bandera de Aragón, estimaba este queso como gran manjar (así lo manifiesta Cervantes en su obra).
Salazones (perniles, tocino, congrio, bacalao), quesos, fritos del cerdo (conservas en aceite) y escabeches, constituían la despensa de invierno en esta época.
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ASÍ RETRATA, CERVANTES, A GINÉS DE PASAMONTE EN EL CAPÍTULO XXII DE LA PRIMERA PARTE DEL QUIJOTE
(De llegar definitivamente a la conclusión que Ginés, Jerónimo y Avellaneda son la misma persona, como sostienen Riquer y  el detallado estudio de Alfonso Martín Jiménez, el asunto quedaría resuelto.) 
Tras todos estos venía un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro; un poco venía diferentemente atado que los demás, porque traía una cadena al pie tan grande que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena, y la otra de las que llaman guarda amigo, o pie de amigo, de la cual descendían dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos cerradas con un grueso candado, de manera que ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos
Preguntó Don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones más que los otros. Respondiole la guardia, porque tenía aquel solo más delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que aunque le llevaban de aquella manera no iban seguros de él, sino que temían que se les había de huir. ¿Qué delitos puede tener, dijo Don Quijote, si no ha merecido más pena que echarle a las galeras? Va por diez años, replicó la guarda, que es como muerte civil. No se quiera saber más, sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.
Señor comisario, dijo entonces el galeote, váyase poco a poco, y no andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres, Ginés me llamo, y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé dice, y cada uno se dé una vuelta a la redonda, y no hará poco. Hable con menos tono, replicó el comisario, señor ladrón de más de la marca, si no quiere que le haga callar mal que le pese. Bien parece, respondió el galeote, que va el hombre como Dios es servido; pero algún día sabrá alguno si me llamo Ginesillo de Parapilla o no.
¿Pues no te llaman así, embustero? dijo la guarda. Sí llaman, respondió Ginés; mas yo haré que no me lo llamen, o me las pelaría donde yo digo entre mis dientes. Señor caballero, si tiene algo que darnos, dénoslo ya, y vaya con Dios, que ya enfada con tanto querer saber vidas ajenas; y si la mía quiere saber, sepa que yo soy Ginés de Pasamonte, cuya vida está escrita por estos lugares. Dice verdad, dijo el comisario, que él mismo ha escrito su historia, que no hay más que desear, y deja empeñado el libro en la cárcel en doscientos reales. Y le pienso desempeñar, dijo Ginés, aunque quedara en doscientos ducados. ¿Tan bueno es? dijo Don Quijote. Es tan bueno, dijo Ginés, que mal año para Lazarillo de Tormes, y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren; lo que le sé decir a voacé es que trata verdades tan lindas y tan donosas, que no puede haber mentiras que les igualen.
¿Y cómo se intitula el libro? preguntó Don Quijote. "La vida de Ginés de Pasamonte", respondió él mismo. ¿Y está acabado? preguntó Don Quijote. ¿Cómo puede estar acabado, respondió él, si aún no está acabada mi vida? Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el punto que esta última vez me han echado en galeras. ¿Luego otra vez habéis estado en ellas? dijo Don Quijote. Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años, y ya sé a qué sabe el bizcocho y el corbacho, respondió Ginés; y no me pesa mucho de ir a ellas, porque allí tendré lugar de acabar mi libro, que me quedan muchas cosas que decir, y en las galeras de España hay más sosiego de aquel que sería menester, aunque no es menester mucho para lo que yo tengo de escribir, porque me lo sé de coro. Hábil pareces, dijo Don Quijote. Y desdichado, respondió Ginés, porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio. Persiguen a los bellacos, dijo el comisario. Ya le he dicho, señor comisario, respondió Pasamonte, que se vaya poco a poco, que aquellos señores no le dieron esa vara para que maltratase a los pobretes que aquí vamos, sino para que nos guiase y llevase adonde su majestad manda; sino, por vida de... basta, que podría ser que saliese algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta, y todo el mundo calle y viva bien, y hable mejor y caminemos, que ya es mucho regodeo este.
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