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lunes, 12 de noviembre de 2012

Noviembre2012/Miscelánea. CONCUD ( I X ) LOS POZOS DE CONCUD

De esta parte del Regajo, desde la ermita de Santa Bárbara, se ve el pequeño valle  con sus chopos otoñales y el tren, como una centella, atravesarlos. Aquí, en la margen izquierda, la tranquilidad es total. Ya no hay losas franquistas en las iglesias recordando muertos de guerra. Los afanes son otros y los problemas los genera la crisis y sus necesarias economías. De la otra parte de la vega se oye, de cuando en vez, el “run-run” de los muertos en los pozos, su necesaria identificación y la cancelación de un problema que ya se larva demasiado tiempo. A estas alturas de la historia deben estar ya, todos los archivos abiertos y todos los documentos disponibles. ¡Qué no haya ninguna duda! Se debe identificar definitivamente cada una de las 1.005 personas muertas para reposo de las familias que todavía penan por ellas. Con motivo de la construcción de PLATEA ya se exhumaron los pozos y la documentación sobre esos trabajos debe de estar lista. Pensamos que ya es tiempo de poner punto final a un tema que ya es objeto de la historia y no de la confrontación entre personas.
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ASÍ SE LLEGÓ A LA CIFRA DE LOS 1.005 MUERTOS EN LOS POZOS DE CONCUD
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Texto Eduardo Martín de Pozuelo
Julio, agosto, septiembre de 1936... El silencio de la noche se rompía con el sonido lejano de los camiones que paraban cerca de una vieja venta ruinosa situada frente a Concud, un pueblecito semioculto en una hondonada a pocos kilómetros de Teruel. Luego, unas voces, unos gritos y una salva de disparos cuyo eco enlazaba con el brusco sonido de unas detonaciones aisladas. Dos, tres, cuatro y hasta diez en alguna ocasión. De nuevo el silencio y al rato la brisa nocturna acercaba hasta Concud el rumor de los camiones que se alejaban.
Aquella escena sonora se repitió noches tras noche durante varios meses, desde julio de 1936 hasta diciembre de 1937. No muy lejos de la venta, un labrador de Concud apuntaba en un cuaderno los tiros que oía con la certeza de que cada palote que trazaba en su libreta representaba una muerte. "Apunté alguno más de mil", dijo el hombre, 35 años después, a Volnei y Jaurés Sánchez, dos viejos socialistas turolenses cuya madre y hermana hicieron el último viaje de su vida en uno de aquellos camiones. Allí las mataron, allí les dieron el tiro de gracia -un trazo en la libreta del labrador- y allí arrojaron sus cuerpos al pozo de la venta. Ellas, María Pérez Macías y su hija Pilar, son dos de las 1.005 personas fusiladas y rematadas cuyos restos reposan en los llamados pozos de Caudé.
La vieja venta, hoy inexistente, se levantaba junto a un pozo de 84 metros de profundidad y algo más de dos de diámetro que se encuentra en el kilómetro 126 de la N-234 de Sagunto a Burgos; es decir, al lado de Teruel, camino de Zaragoza. El pozo, uno solo y que se ubica en las proximidades de Concud, es paradójicamente denominado con el nombre de Caudé, otro pueblo vecino pero más alejado que el primero.