Vistas de página en total

miércoles, 6 de abril de 2011

Abril2011/miscelánea. AUTOVÍA A-40

AUTOVÍA A-40, SÍ
*
Por Chusé María Cebrián Muñoz
“La Plataforma Cívica por Cuenca” y “Teruel Existe” han convocado una manifestación para reclamar a los poderes del Estado que construya, ¡ya!, la autovía A-40 en su tramo Cuenca-Teruel. La verdad es que nosotros no podemos estar más que a favor de esta infraestructura que nos abriría, definitivamente, al sur peninsular. La relación entre Teruel y Cuenca ha sido escasa a lo largo de la historia y, sin embargo, desde la antigüedad, pueden encontrarse ejemplos de este deseo de acercamiento, que unas gentes y unos territorios tan semejantes han buscado ocasionalmente.
 El primer ejemplo de aproximación lo tenemos en la construcción de la Vía Romana Caesaraugusta-Laminio, es decir, entre Zaragoza y  Fuenllana (Ciudad Real). El trazado partía de la puerta Cinegia de Zaragoza, tomaba el cauce del río Huerba, luego el del Frasno hasta el puerto del Alto de San Martín (Encinacorba), Campo Romanos hasta la Venta del Cuerno (Care), para luego bajar hasta el Jiloca y subir a Cella. Desde Cella tomaba el cauce del río Guadalaviar hasta Albarracín girando después en Trambasaguas hacia Calomarde (Tadeo) y Frías (nacimiento del Tajo). La Vía Romana saltaba el sistema Ibérico por el nacimiento del río Tajo, pasaba a Cuenca y luego a Ciudad Real. La calzada permaneció viva mucho tiempo y es curioso que Cervantes hiciera caminar a sus personajes por ella. Cuando don Quijote y Sancho marchan hasta el valle del Ebro, en la segunda parte, toman este camino para llegar desde la Mancha de Aragón, hasta Alcalá de Ebro y Pedrola donde tenía palacio el duque de Villahermosa (Casa Real de Aragón).
Hasta el siglo XVIII eran frecuentes los ataques berberiscos a las costas mediterraneas que asolaban y saqueaban ocasionalmente. Luego, con motivo de la invasión napoleónica de la península y consecuentemente, después de la Guerra de la Independencia, se ve la necesidad de una línea de abastecimiento estratégica interior con la que poder afrontar un ataque a las costas mediterráneas. Nacen así dos proyectos, uno carretero y otro ferroviario: se trata de unir dos ciudades emblemáticas en nuestra historia: Córdoba y Tarragona. Queda de este proyecto la carretera N-420 de Córdoba a Tarragona por Cuenca. Sin embargo, el ferrocarril, que en algunos tramos funcionó y cuyas esqueléticas estaciones vemos cuando viajamos a Cuenca o Alcañiz, decayó en los años 80 del siglo pasado.
En el siglo XIX las Guerras Carlistas golpean tanto a la ciudad de Teruel como a la de Cuenca y, es curioso ver en la toponimia de las calles de estos pueblos conquenses, nombres de famosos escritores carlistas como Polo y Peyrolón, por ejemplo. Señal inequívoca de haber compartido durante un tiempo unos mismos ideales (Calomarde, en Teruel).  
Quedan hoy, ¿unidas o separadas?, ambas capitales y ambos territorios por una carretera que no es del todo mala en la provincia de Cuenca pero que en el tramo Teruel - Rincón de Ademuz, es francamente mejorable. Por ello y siendo prácticos, el tramo que más urgencia reclama es éste del curso alto del río Turia, por el que además, llegan muchos camiones de la zona de Requena y Utiel.
La crisis económica que padecemos ha dado lugar a informes de impacto ambiental negativos y es, éste también, un claro ejemplo de la utilización de la ecología con fines partidistas, pero pasada la susodicha crisis, el trazado volverá a ser viable.
Cuenca, una ciudad a la que ya ayudó a conquistar a los moros Alfonso II el Casto, primer rey de la Corona de Aragón, y Teruel, merecen un reencuentro después de siglos de vivir de espaldas por culpa de las malas comunicaciones.
*
*